La Procedencia del Espiritu Santo.
Dijo
el Señor: “Pero cuando venga el Paráclito (el que trae el consuelo), a
quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de Verdad el cual procede del
Padre, él dará testimonio acerca de mi” (Jn, 15:26).
El credo dice: “…y en el Espíritu Santo que procede del Padre”.
Este credo fue confirmado por los Concilios Ecuménicos, los cuales prohibieron cualquier adición o cambio.
Este Credo sigue siendo respetado por todas las Iglesias Orientales y
Occidentales antes del cisma y en él está resumida toda la verdad de la
doctrina cristiana.
La Iglesia Ortodoxa ha consevado el credo original sin alteración.
La
Iglesia Romana aumentó al artículo octavo las palabras “…y del Hijo”
quedando así este artículo: “…que procede del Padre y del Hijo”. Esta
adición al Símbolo de la Fe, comenzó en España en el siglo VI,
trasladándose posteriormente a Francia, siendo rechazado por las demás
Iglesias. El mismo Papa la rechazó. El Papa León III, el Grande, mandó
imprimir este Credo en dos láminas de Plata, en griego y en latín, sin
la palabra: “y del Hijo” colocándolas en las puertas de la Catedral de
San Pedro en Roma, declarando que lo hacía para conservar el Símbolo de
la Fe intacto, como lo declararon los dos primeros concilios Ecuménicos.
Pocos
años después, ascendió el Papa Nicolás, quien oponiéndose a su
antecesor, permitió que fueran agregadas las palabras “…y del Hijo” en
el Credo.
El
gran Patriarca Focio protestó por esta añadidura. El Papa Juan VIII
prometió corregir el error, pero los Papas sucesores de él lo
conservaron, aceptándolo hasta la actualidad la Iglesia de Roma.
La existencia del Purgatorio.
La iglesia Romana enseña que las almas, después de la muerte terrenal, van a dar a un lugar que llamado “Purgatorio“,
donde se limpian (“purgan” de ahí el nombre) de sus pecados leves
sufriendo algunos tormentos, y que después de este “lavado espiritual”
entran al Paraíso.
La Iglesia Ortodoxa cree que las almas después de la muerte esperan el Juicio Final, en un lugar que no es el Paraíso ni tampoco el Hades.
Cuando
el Buen Ladrón dijo a Jesús, que estaba sobre la Cruz: “Acuerdate de
mi, Señor, cuando vengas en tu Reino”, oyó la respuesta de Cristo:
No le dijo “Espérate en el purgatorio y después de tu purificación llegarás al Paraíso”, ni nada semejante.
En
la Iglesia Romana se cree que el Papa y los Obispos, según su
jurisdicción, tienen potestad para conceder Indulgencias por realizar
determinadas acciones o por orar con específicas preces, cumpliendo con
las condiciones necesarias.
Las
Indulgencias no son para perdonar los pecados, antes bien presuponen
como condición necesaria para ganarlas la remisión de ellos. Ellas son
una remision de las penas temporales en las que se ha incurrido por los
pecados.
Estas
Indulgencias son aplicables a uno mismo o a las almas que están en el
Purgatorio como un sufragio, para disminuir o terminar con sus
sufrimientos.
La Iglesia Ortodoxa no acepta tal doctrina y facultad, y tampoco el Purgatorio, como ya mencionamos.
El “Pecado Original”.

La doctrina romana a este respecto se
fijó en el concilio de Cartago (397), en el concilio de Orange (529) y
el concilio de Trento (1545). Ninguno de éstos es considerado “Concilio ecuménico válido” por la Iglesia Ortodoxa.
En la iglesia ortodoxa no existe el “pecado original”, lo que existe es el “pecado ancestral”.
Dios dotó al ser humano de “libre albedrío”, le dió el poder de elegir y
tomar sus propias decisiones; Por ende puede elegir entre hacer lo
bueno (vivir en el amor de Dios) o hacer lo malo (alejarse del amor de
Dios). De esto ya nos advertía en Apóstol San Pablo:
«Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no todo es constructivo (1 Cor. 10-23).
La inclinación natural de hacer el mal – a separarse de Dios – es lo que llamamos el “pecado ancestral”.
No existe antecedente bíblico contundente ni en los escritos de los
Santos Padres de la Iglesia para sostener una “Doctrina del Pecado
Original”.
Creemos que no es posible heredar la transgresión cometida por Adán y Eva (ellos ya pagaron con su expulsión del Paraíso). Nadie puede cargar con culpas ni errores ajenos, Si caemos en pecado, cada uno de nosotros tenemos que comparecer y responder ante el tribunal de Cristo por nuestras faltas. La responsabilidad no es hereditaria sino que individual.
La importancia de la creencia o no en el pecado original tiene consecuencias en lo que viene.
La Inmaculada Concepción.

La Iglesia Ortodoxa cree y enseña que la Santísima, Purísma, Bendita Señora Madre de Dios y Siempre Virgen María fue concebida en la carne de manera natural como cualesquier ser humano (coito), sólo considera como inmaculado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, ya que Él fue dado a luz milagrosamente — del Espíritu Santo y la Virgen María. Según las palabras de San Ambrosio de Milán
Así como por medio una mujer entró el
perdición al mundo (Eva) también por medio de una mujer (María) debía
entrar la salvación al mundo. Si bien María fue electa por Dios para dar
cumplimento a las profesías acerca de la llegada del Mesías, tenía la
naturaleza dañada por el pecado original – como cualquiera de nosotros –
por lo cual ella misma necesitaba ser redimida, redención que comenzó
desde los tres años de edad con su presentación en el Templo y que
culminó completamente en el día de la Anunciación.
En resumen, María no nació santa sino que se hizo santa, y si ella pudo… nosotros también, voilá.
La Infalibilidad Papal
En
el año de 1870 decidió el Concilio Vaticano I – encabezado por el Papa
Pío IX – un nuevo dogma, el cual no tiene ningún antecedente en toda la
historia de la Iglesia: “La infalibilidad Papal”, lo cual significa que
el Papa “no se equivoca” cuando habla “Ex Cathedra” sobre materia de fe o
de costumbres.
Este
nuevo dogma contradice lo dicho por el Señor quien no aceptó que lo
llamaran: “Maestro bueno” cuando le preguntó el joven: “…Maestro bueno,
¿qué haré para heredar la vida eterna? Le contestó Jesús: …¿Por qué me
llamas bueno? Ninguno hay bueno sino sólo Dios”. (Lc. 18:18-19).
Muchos
de los cristianos occidentales protestaron por esta decisión contraria
al Evangelio, separándose de la Iglesia de Roma por medio de la llamada
Unión de Utrecht y autollamándose “Viejos Católicos” o
“Véterocatólicos”.
Las Órdenes y Congregaciones
La
Iglesia de Roma, a lo largo de su historia y hasta el día de hoy, ha
dado pie a la proliferación de numerosas instituciones (Agustinos,
Benedictinos, Dominicos, Franciscanos, Jesuitas,
Maristas, Mercedarios, Pasionistas, Schoënstatt, Opus Dei …… etc) que han traído,
a lo largo de la historia, varios dolores de cabeza al Obispado de
Roma.
La Iglesia ortodoxa no tiene y nunca ha admitido órdenes, ni congregaciones religiosas. La razón es bastante sencilla y práctica: porque estas asociaciones incuban intrínsicamente el peligro de convertirse en SECTA, esto es “Conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica” como lo define la Real Academia. Y las sectas buscan influir con su cosmovisión en su entorno, es decir, buscan PODER.
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Por igual hombres o mujeres siguen con una misma norma y estructura |
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con un mismo espíritu y servicio, no hay colores de habitos, ni fundadores mas o menos conocidos. |
En la iglesia ortodoxa,
sólo hay cristianos ortodoxos sin acepción de edad, sexo, estirpe o
condición. La forma de que un feligrés piadoso desee hacer votos de vida
consagrada es por medio de la vida monástica y la vida monastica es una sola, una sola manera de vestir, de vivir, y de orar, sin seguir a otro "fundador" más que ha Jesucristo.
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